En mis vacaciones universitarias del 2009, quise conocer Ecuador, la experiencia previa de viajar por tierra hasta Argentina me dio la confianza para hacer otro viaje largo en bus. Esta vez animé a Lourdes, una de las mejores amigas que tengo en mi ciudad, para que me acompañara. Ella aceptó entusiasmada a viajar juntas, así que contacté a algunos amigos cercanos de Quito que estudiaban conmigo en La Habana y, ya que todos estábamos de vacaciones, quedé en hacerles la visita. El plan era conocer Quito y Loja, así que tomamos el bus desde Lima rumbo a Quito, pero por el camino se me ocurrió detenerme en Guayaquil para conocer esa ciudad un par de días y luego seguir nuestra ruta planeada inicialmente. Mi amiga aceptó la idea, aunque no teníamos a nadie en esa ciudad y no estábamos enteradas de lo peligrosa que podía ser. Al llegar a la parada del bus, en aquel entonces la zona donde nos bajamos no era tan céntrica y ya se hacía un poco tarde, por eso buscamos un hospedaje lo más rápido posible para que podamos pasar la noche tranquilas y salir a pasear a la mañana siguiente. Llegamos a un hostal pequeño, nos registramos y nos dieron el cuarto, pero no pasaron ni 10 minutos cuando de pronto nos tocan la puerta de una forma superbrusca e insistente. Abrí  la puerta y encontré a dos hombres diciendo ser de "migraciones", acusándonos de viajar con pasaportes falsos, el que me acusó inclusive portaba una placa policial y todo, pero ambos estaban vestidos de civil. Sí, yo sé que debí desconfiar más, pero te dicen tantas cosas tan rápido y tan agresivamente que te las crees, te dejan sin saber qué decir, ni cómo reaccionar. Este hombre me dijo que los debíamos acompañar a la oficina de migraciones; en ese momento mi amiga Lourdes se encontraba en el baño, por lo que tuvo que salir corriendo, los sujetos nos llevaron con todas nuestras cosas. Entonces nos subieron a un auto (que era un auto común y corriente, no de policías) y atrás venía sentada una mujer como de 2 metros de altura. Desde el inicio ella fue quien me dio desconfianza, pero como escribí antes, ellos te dicen tantas cosas y te atiborran de preguntas que te quedas sin saber cómo reaccionar y la gente del hostal se quedó viendo todo lo que pasaba y no dijeron ni una sola palabra. Ya estábamos en ese auto y en el camino nos interrogaban como si fuéramos delincuentes que entramos de ilegales a su país y ellos, claro, supuestamente eran los “policías”. Lourdes, nerviosa, comenzó a reclamar por qué nos trataban de esa manera, si no habíamos hecho nada. En esos segundos noto que el carro se iba saliendo de la ciudad y no había ninguna oficina de migraciones, ahí yo me di cuenta de lo que pasaba, en "dónde” estábamos metidas, mi amiga no se daba cuenta por qué era muy ingenua aún y era la primera vez que salía del país; yo solo pensaba por cuál ventana saltar, pero ni podíamos hacerlo, ya que estábamos pasando unos puentes grandes que van como a la salida de la ciudad de Guayaquil, yo solo trataba de callar a mi amiga y calmarla, y pensar cómo salir de ahí. En un momento ellos empiezan a acelerar el auto y por puro MILAGRO el carro que nos llevaba casi choca a otro de al lado y justo detrás venía un patrullero de soldados que vio el impasse de un posible choque. Es así que hacen parar al auto que nos traía, reclamándoles obviamente por qué conducían tan mal, etc. Fue ahí que aproveché en decirle a mi amiga que salga del auto, la mujer que iba con nosotras sentada me tomó del brazo para que no moviera y con tanta fuerza que me rasgó la piel y casi me tuerce el brazo. Sin embargo, logré empujarla y salir de un salto, le dije a los soldados si es que alguno de esos hombres realmente era de migraciones, ahí ellos se dieron cuenta de que algo raro pasaba y les dije todo lo sucedido: eso fue lo que nos salvó, ahí recuperamos los pasaportes y nuestras maletas. Mi amiga tuvo un ataque de llanto mientras apresaron a los dos tipos, pero la mujer cómplice que iba con ellos desapareció, en todo el lío nadie se dio cuenta a dónde se fue. Mi amiga Lourdes continuaba en shock y yo estaba a punto de matar a los tipos que intentaron secuestrarnos, fue ahí que uno de los soldados me preguntó si quería poner una denuncia, y yo le dije que sí (estaba furiosa), pero en ese momento se me acerca otro de los soldados y entre ambos me dicen: "Señorita, si ustedes tienen familia que las están esperando en su destino en Quito, mejor vayan de frente para allá, porque si usted denuncia, esta gente va a tomar represalias en contra de ustedes". En resumen: en toda la conversación me dio a entender que si hacíamos algo más en contra de los que intentaron secuestrarnos nos volverían a buscar,  ya que son mafias y entendí que la policía misma no puede con ellos ... en los momentos en que recién los habían apresado, yo escuché cuando llamaban a su central para preguntar por sus antecedentes al dar sus nombres y pues, tenían de todo: tráfico de armas, drogas, tráfico de gente, etc.; no me quedó de otra que aceptar que nos llevaran al terminal para irnos a Quito, obviamente llamar y decir lo que nos había pasado. Por suerte, al amanecer mis amigos nos esperaban en la terminal de Quito. Tuvimos suerte, demasiada suerte, pero lo claro es que desgraciadamente esto no es de películas de Hollywood, pasa casi todo el tiempo, en todo mi continente y en otros también y casi nadie hace nada... Pues sí, sucede, y la policía lo sabe, pero no hacen mucho o no hacen nada, por órdenes de poder o porque todos reciben su tajada de dinero… Triste pero cierto y esto, aunque es un horrible recuerdo, es solo una anécdota a comparación de miles de historias con trágicos finales, con familiares que llevan años esperando justicia. Los viajes tienen cosas hermosas, conoces gente que nunca querrás olvidar, pero también es cierto que suceden cosas como estas y bueno, las experiencias enseñan a una a estar con los ojos más abiertos. Esto nunca me quitó las ganas de seguir viajando, solo me hizo "tener más calle" como le dicen en mi país; saber, ver mejor qué ruta tomo, a dónde voy y qué precauciones tomar siempre en cuenta. La vida sigue y los viajes también, por ello no dejaré que se me arruinen y algo muy importante, no por este suceso puedo tener rabia de un país, yo amo Ecuador y por circunstancias post pandemia hoy en día vivo en este país; claro, aún me da mucho recelo pasar por  la ciudad de Guayaquil, (solo voy por necesidad en alguna escala de viajes), obviamente me quedó el sabor amargo de aquel mal recuerdo, pero por lo demás, aquí siempre me han hecho sentir en casa y de eso siempre estaré agradecida.