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Travesía de aeropuertos
Efectos pospandemia Covid

Luego de que mi voluntariado en San Vicente se extendiera por varios meses más de lo planeado por la pandemia, debía buscar cómo volver a Sudamérica, pero encontré muchas trabas para mí, ya que por el tiempo de crisis, todos los vuelos hacían sus escalas en EE.UU o Canadá y yo no cuento con visa para esos países. Así que buscando soluciones al momento de comprar los pasajes, me tocó hacer una larga aventura de aeropuertos como nunca antes había tenido. Al inicio me parecía un martirio, tener que pasar por tantos aeropuertos para poder volver al sur en medio de las nuevas circunstancias del COVID, hasta que decidí hacerlo interesante, guardando imágenes de todo el recorrido...

 

Luego de pasarme días tratando de conseguir una ruta que me permita volver hasta el sur, este fue el resultado: 11 de octubre del 2021, desde San Vicente y las Granadinas hasta Barbados (un día y medio de escala); 12 de octubre, desde Barbados hasta Jamaica (una noche de escala); 13 de octubre, desde Jamaica hasta República Dominicana (un día y medio de escala); 14 de octubre, desde República Dominicana hasta Panamá (medio día de escala). Desde Panamá hasta Ecuador - Guayaquil (una noche de escala). Día 15 de Octubre: desde Guayaquil hasta Quito.

 

Ya pueden ver el semejante masoquismo de aeropuertos. Yo no lo podía dejar pasar, así me divertí un rato haciendo fotos y fui contando en mis antiguas redes sociales cómo iba sobreviviendo en el camino. Sin darme cuenta fueron acumulándose los escritos como para animarme a hacer una página como esta.

 

Y luego de todo esta travesía, es la segunda vez que la mitad del mundo me recibe luego de estar en tiempos de apuros y fue como llegar a casa nuevamente. Gracias Quito, gracias Ecuador, y a las circunstancias y los cambios drásticos que nos ha tocado atravesar a casi todos en estos tiempos. Por ahora me quedo por aquí, luego el tiempo lo dirá. El camino de nómada continuará...

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Hasta luego San Vicente

Octubre -11- 2020. Bueno, el primer inconveniente sucedió llegando al aeropuerto de Saint Vincent. Me pidieron una serie de formularios debido al COVID para poder llegar al día siguiente a mi escala en Jamaica, sin eso resuelto no podía viajar. Yo quería morir, por suerte el personal de San Vicente, súper servicial, me ayudó a resolver los problemas durante el check-in y gracias a ello pude tomar el vuelo con los tiempos correctos, después de esa media hora de estrés horrible. De todos modos, pude sentarme a escribir este post en la primera escala.

Solo me queda decir: gracias, San Vicente, fue un viaje planeado para un voluntariado de medio año y terminé viviendo en esta bella isla un año entero, una cuarentena de pandemias a la que doy gracias a Dios todos los días por haber estado en medio de la naturaleza respirando aun, viva.

 
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¡Gracias Barbados!

Octubre - 12 - 2020. Bueno, me gustó esta parada, el Aeropuerto Internacional Grantley Adams es bastante organizado. Gente súper amable y educada, lista para ayudarte.

 

Este pequeño país fue un hermoso lugar para ese momento de descanso que me hacía falta para el recorrido que venía después… Los anfitriones del albergue donde me hospedé fueron A1, muy amables, me invitaron a almorzar porque cuando llegué no había restaurantes atendiendo, luego me llevaron a la playa para conocerla, me sentí muy bien tratada y con ganas de volver.

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Jamaica, lo siento pero... 

Esta fue la peor escala; llegué casi a la media noche, estaba absolutamente todo cerrado, ni podía comprar una botella de agua y me tocaba pasar la noche en el aeropuerto... Al menos eso me dio un tiempo de poder chatear un largo rato con mi hermana mayor, ya que hacía mucho que no conversábamos, hasta que amaneció y tocaba hacer el check-in. 

 

Fui temprano y para mi mala sorpresa me dijeron que no podía viajar hacia mi siguiente escala en República Dominicana porque no tenía visa: "¿WTF?", pensé. Lo irónico es que para dicho país yo no necesito visa, se los dije más de cien veces, les dije que ya había viajado 2 veces allá y nada, simplemente no querían entender, luego me dieron excusas con el problema del COVID, aunque no tenían por qué, yo tenía todos los documentos con los que hay que viajar en regla. Me di cuenta que buscaban retrasarme en el vuelo, era quizás alguna modalidad de sacar dinero como lo hacen en un montón de aeropuertos.

 

Entonces tuve que llamar a los amigos de las épocas universitarias de Cuba la bella que hay por Dominicana. Por suerte, un amigo que trabaja en el aeropuerto me envió un documento oficial donde claramente se entiende quién puede entrar al país y quién no. Después de elevadas discusiones en inglés, (no sé cómo lo logré), me dejaron hacer el check-in casi contra el tiempo y se demoraron como a propósito, en medio del apuro con mis maletas me hicieron tropezar con la mochilera que traía en los hombros, lo que me dejó muy mal de la espalda. Los odié, pero logré subir al avión e irme de ahí, era lo que más quería en ese momento.

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República Dominicana,
cada vez más en casa...

Por fin escuchaba mi idioma luego de un año y por ello amé Santo Domingo cuando llegué, por otro lado, siempre que viajo a ese país me llevo buenos recuerdos. 

Fue aquí que ya pude sentirme más en casa, a pesar de ser una escala muy rápida.

 

Había olvidado que al salir a caminar mi cabello llamaba mucho la atención por donde iba y la gente siempre ha sido muy amable; lástima que no pude ver a todos los amigos que hubiera querido, por lo que les deberé una visita, pero sí la pasé muy bien en casa de una de ellas, una compatriota mía que vive por allá. Conversamos como loras toda la noche, tomándonos una copa de vino y viendo un amanecer hermoso. 

 

Una muy buena estancia a pesar de los problemas en el aeropuerto, ya que la aerolínea me puso complicaciones. Resulta que no me querían dejar hacer mi siguiente escala en Panamá porque tenía muchas horas de escala y eso significaba desembarcar del todo mi equipaje para volver a hacer check-in para el próximo vuelo (no sé qué les costaba hacer una excepción con una maleta). Panamá estaba demasiado estricta por esos días con el problema del COVID, y la prueba que yo tenía en la mano ya no era válida para ellos por la cantidad de días transcurridos, la única opción que me daban para poder volar a Panamá era no viajar con equipaje y solo con maletas de mano para no tener que abandonar la sala de embarque. No tenía salida, ni tiempo, ya estaba cerca a salir el avión.

 

Muy nerviosa, salí a buscar una maleta de mano, la cual me salió carísima, y tuve que escoger lo básico que me podría llevar. El resto se lo tuve que regalar a la señora de la tienda donde compré la maleta. Preferí dársela a ella porque fue muy amable conmigo, antes que dejárselo a la aerolínea. Después de ese problema resuelto (pese a que dejé la mitad de mi equipaje), voy a pasar las revisiones para embarcar y me dicen que no puedo llevar líquidos en la maleta de mano. Entonces le explico a la chica lo que sucedió con mi equipaje y me dice, muy linda: "Mi princesa, la próxima vez no te puedo dejar pasar eso, buen viaje".

 

Gracias gente bella, exceptuando a la aerolínea, me sentí muy acogida y bien tratada siempre, gracias a los amigos que me acompañaron de una u otra forma en todo este viaje tan complicado, ya sea por teléfono cuando lo necesité, con una visita corta, pero linda, gracias Rep. Dominicana, siempre me quedo con ganas de volver.

Panamá:
la sensación de un trágico futuro

Desde mis años de universidad en Cuba, he perdido la cuenta de cuántas veces tuve que pasar por este aeropuerto. A mí me encantaba, recuerdo que cada vez que tenía escalas en Panamá, siempre tenía algo de ahorros para salir de compras, pues encuentras de todo y a bajo costo en comparación con otros aeropuertos. Bueno, hablo del período sucedido entre los años 2004 - 2010. Si mis escalas coincidían con otr@s amig@s de la universidad, nos juntábamos para pasear y salir a comer en un centro comercial, siempre había mucha gente de todas partes, restaurantes de todo tipo, mucho movimiento, etc., nunca me aburrí en esta parada.

Pero ahora me encontraba en octubre del 2021 y una pandemia tenía en incertidumbre al mundo hacía meses. Cuando llegué había revisiones por todos lados, gente apagada, muy desconfiada, solo dos o tres vuelos en espera y tiendas cerradas casi en un 90%. El aeropuerto parecía un lugar abandonado, producto de una post guerra silenciosa que se llevó todo y lo peor aún no llegaba: "esa nueva normalidad", que nos han impuesto y que parece que no se irá más…

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Ecuador...
Por fin al sur...

Es la segunda vez que llego a quedarme por aquí luego de estar en aprietos por diversas razones de la vida y siempre le estaré agradecida a este país por recibirme siempre con los brazos abiertos. 

No podía creer que había pasado casi una semana de aeropuerto en aeropuerto, no podía volver a mi país todavía porque las fronteras permanecían cerradas, pero ya sentía que estaba llegando a casa, tuve suerte a pesar de todo en esta época de plagas que recién comenzaba, los amigos me recibieron como si no hubieran pasado los años.

Y entre más circunstancias del momento decidí acomodar las maletas, un buen rato al sur del país, en una pequeña ciudad de campo que parece una burbujita en medio del todo el caos en el resto del mundo. Ya veremos qué traen los tiempos que vienen después...

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